
Trauma como ruptura internaHerida de afectación multidimensional
Alicia Sancho Romero – Madrid 21 de Enero de 2022
Trauma como ruptura interna: herida de afectación multidimensional
Cuestiones básicas sobre trastornos derivados: TEPT, trauma complejo y síntomas disociativos
En este artículo se abordará la conceptualización básica de “trauma” y cuestiones relacionadas con la vivencia del trauma(s), su impacto a nivel interno e individual y las manifestaciones del sufrimiento psíquico consecuente en forma de “trastornos”. Sin duda, los procesos de traumatización entrañan una complejidad característica que requiere para su estudio de una contemplación y análisis multifactorial detenido. Por ello, este escrito no pretende abordarlo en su totalidad, sino que hará especial énfasis en las descripciones teóricas de sus trastornos derivados y en su consecuencia fundamental como ruptura y fragmentación de múltiples aspectos psicológicos internos (prestando mayor atención a la “identidad disociada”).
¿Qué es el trastorno por estrés post traumático?
El trastorno por estrés post traumático (TEPT) es la manifestación de una serie de síntomas que se presentan tras la vivencia de un suceso potencialmente traumático (SPT). Este fenómeno de exposición al SPT implica un fuerte impacto en la integridad y dignidad personal, que se acompaña de una intensa reacción emocional. En ocasiones, debido a la magnitud de esta respuesta emocional, nuestro organismo no puede llegar a procesar el suceso de forma adecuada. Todo ello, acarrea una serie de efectos como consecuencia del daño, así provocando una alteración biopsicosocial en el individuo que puede afectar a todos los niveles de su vida diaria disminuyendo su capacidad de responder de forma adaptativa al mundo. Este conjunto de consecuencias es a lo que llamamos “TEPT”.
Características del suceso potencialmente traumático
Los sucesos potencialmente traumáticos (SPT)suelen ser intensos, incontrolables, repentinos, impredecibles y extremadamente negativos. Todas estas características generan una fuerte percepción de amenaza proveniente del mundo que nos rodea y una clara disminución de la sensación de control. Estas respuestas pueden seguir acompañando a la persona de forma extendida en el tiempo debido al profundo impacto emocional que provocan y es ahí cuando empiezan a ser disfuncionales. Por otra parte, los SPT como experiencias interpersonales violentas que implican daño físico o amenaza para la vida tienen más potencial de ser traumáticas que los sucesos naturales como catástrofes o accidentes en los que no existe una persona como sujeto ejecutor de esa violencia/negligencia y que es responsable del daño.
Algunos ejemplos de SPT son: accidentes, catástrofes naturales, pérdida de un ser querido, abusos, acoso, violaciones, maltrato psicológico o físico, guerras, procedimientos médicos invasivos, abandono emocional (falta de cuidados físicos o emocionales por parte de figuras de apego), pérdida de una figura de apego, abuso de confianza por parte de una figura de apego, largos exilios, migraciones, etc.
Sintomatología del TEPT
La sintomatología de cualquier categoría diagnóstica puede expresarse con cierta variabilidad en función de distintos aspectos como: personalidad, contextos/circunstancias condicionantes y mecanismos de defensa aprendidos. En numerosas ocasiones, las personas que sufren cuadros de TEPT o similares manifiestan los síntomas en sus versiones más sutiles y reprimidas mientras el recuerdo traumático está bloqueado e inaccesible. Cuando se produce el desbloqueo del recuerdo, se inicia la expresión radical del gran sufrimiento psíquico que antes se hallaba apartado llamando a la puerta de la consciencia, con su desesperada frustración por ser atendido.
Síntomas que pueden manifestarse: insomnio, cambios de humor, estrés, vergüenza y falta de autoestima, hipervigilancia, imágenes intrusivas o recuerdos repentinos, extremada sensibilidad a la luz o al sonido, pesadillas y terrores nocturnos, flash-backs, respuestas exageradas de sobresalto, hiperactividad, ataques de pánico, ansiedad, fobias, conductas de evitación, conductas adictivas, reacciones disociativas, sentimientos de desconexión, actividad sexual alterada, amnesia, atracción hacia situaciones peligrosas (re-traumatización), dificultades en el apego y vinculación con los demás, autolesiones, ideas de suicidio, problemas psicosomáticos, fatiga, pérdida o cambio de creencias personales, abuso de sustancias, etc.
Conceptualización del trauma
Trauma como efecto
Con esta premisa, hablamos de que el trauma no es el hecho en sí, no es lo que sucede en el acto, no es el contenido. El trauma es el efecto que produce en la persona, es decir, cómo la persona afronta el suceso traumático. Es el daño provocado por el suceso potencialmente traumático y ese daño se produce cuando el suceso resulta demasiado intenso como para que pueda ser procesado por el organismo (a nivel de cuerpo y mente, sin disociación). Digamos que, en alguna propiedad (intensidad del impacto emocional, frecuencia, duración) o en varias, el SPT excede el umbral asequible de procesamiento para la persona. Por ello, se habla de sucesos “potencialmente” traumáticos, ya que el trauma ocurre según los efectos que el evento provoca en el individuo.
Para hablar del afrontamiento individual del SPT, tenemos que poner sobre la mesa la existencia de una gran variabilidad en los efectos que pueda provocar un mismo suceso a distintas personas debido a las diferencias individuales presentes, como nivel de estrés previo, vulnerabilidades personales, autoestima, soporte social, y por supuesto, cantidad y calidad de recursos de protección. Estos recursos o herramientas que funcionarían como factores de protección ante la herida traumática, están íntimamente relacionados con el nivel de desarrollo alcanzado por el individuo. Durante la infancia, nos encontramos en una etapa especialmente vulnerable en la que nuestro desarrollo biopsicosocial está en proceso y no contamos aún con estos recursos. Por esto, el trauma infantil se produce dejando unas profundas secuelas emocionales.
La relación causa-efecto entre suceso o sucesos traumáticos y manifestación de los síntomas de TEPT no es directa ni inmediata. Debido a los mecanismos de defensa que pone en marcha el organismo ante la incapacidad de procesar el suceso, este mismo procesamiento se bloquea y sus efectos aparecen en formas menos evidentes de malestar (negación, reacciones disociativas, etc). Durante ese tiempo, el recuerdo queda enterrado ante la imposibilidad de afrontarlo y el individuo se encuentra desconectado de él. Esto no significa que no exista sufrimiento. Desde la primera ruptura, es decir, desde la primera exposición al SPT, el organismo se va desequilibrando poco a poco pero no llega a un desequilibrio total. Este bloqueo puede durar meses e incluso años después de la exposición al suceso, por lo tanto, la relación causa-efecto puede aparecer muy dilatada en el tiempo. Frecuentemente, la reconexión con el suceso y el desbloqueo se produce cuando aparece un estímulo activador que desencadena una reacción emocional similar.
Trauma como ruptura
La exposición al evento traumático se experimenta como una discontinuidad en el continuo de la vida, una vivencia que rompe y cuestiona al mundo como lugar seguro, la ruptura de nuestra propia seguridad y, en definitiva, una ruptura vital. Se puede considerar una “vivencia de muerte” en la autobiografía del individuo, que deja su huella en forma de amenaza constante. Una desviación absoluta del curso a seguir, una mancha imborrable en el expediente emocional. La vivencia traumática cambia la visión que se tiene del mundo y de uno mismo, cambia la perspectiva vital y genera una serie de sesgos cognitivos que hacen que se perciba el mundo como un lugar hostil, impredecible e incontrolable donde no hay seguridad alguna. Provoca la pérdida de conexión con uno mismo, con el mundo y con los otros.
El trauma irrumpe con ímpetu el espacio mental, personal y físico, y se apodera del resto de experiencias vitales acaparándolas con el mantenimiento de la sensación de miedo, indefensión e inseguridad que deja. Rompiendo incluso con la percepción espacio-temporal, interfiere en el curso vital alterando la capacidad para percibir el momento presente, dejando a la persona anclada en su pasado. Del mismo modo, en algunos casos, afecta a la construcción de nuestra identidad personal provocando su fragmentación y derivando en reacciones disociativas.
Tipos de trauma
-Traumas T: son los que habitualmente provocan TEPT. Suelen ser eventos de un solo impacto y alta intensidad, percibidos como una amenaza repentina excesivamente sobrecargante o mortal. También se le denomina trauma de choque.
Ejemplos: situaciones de maltrato, violación, abuso sexual, agresión, catástrofes, accidentes, infarto…
-Traumas t: son eventos relacionales que se producen a lo largo del tiempo y suelen estar relacionados con las figuras de apego. Son traumas más sutiles que cuando persisten en el tiempo acaban afectando al desarrollo, a las creencias personales y la propia seguridad. Por ende, impactan poco a poco sobre la autoestima y la autoconfianza de forma que elicitan las autoatribuciones negativas que pueden desencadenar consecuencias negativas a largo plazo (por ejemplo, como mencionamos antes, el mantenimiento del miedo y/o indefensión).También se le denomina trauma evolutivo o de desarrollo.
Ejemplos: humillaciones, críticas, burlas, invalidación, contexto inseguro, sobreprotección, abandono, negligencia…
¿Qué es un trauma complejo?
Nos referimos a trauma complejo cuando hablamos del sufrimiento que provoca una herida traumática producida por la acumulación de traumatización a lo largo del tiempo, así aumentando la probabilidad de cronificación del daño y sintomatología. Esta situación se genera cuando la persona se mantiene en contextos traumatizantes durante un largo periodo de tiempo, o bien cuando sufre experiencias traumáticas en distintos momentos vitales y esto sigue produciendo una excesiva acumulación del daño. La exposición a múltiples SPT no siempre acaba desencadenando un trauma complejo, pero el trauma complejo siempre va ligado a la multitraumatización.
Conviene citar a Judith Herman con su aclaración, que dice: “las personas que han estado sometidas a un trauma prolongado y repetido desarrollan una forma de desorden de estrés postraumático progresiva e insidiosa que invade y erosiona la personalidad… No resulta sorprendente que la repetición del trauma amplifique todos los síntomas de hiperactivación del síndrome de estrés postraumático” (Herman, 2004, p.144).
Según esta reflexión las consecuencias del trauma “invaden y erosionan” la personalidad. Esto sugiere que las consecuencias de la herida traumática pueden llegar a tal nivel de profundidad que acaban afectando a todas las dimensiones de la persona (psicobiologicas, subjetivas, relacionales sociales). Unido a esto y compartiendo otra reflexión en la misma línea, autores como Leuzinger–Bohleber (2015), Frewen y Lanius (2015) conceptualizan el trauma como “encarnado” en la persona, es decir, invadiendo todos los aspectos que conforman nuestra identidad.
Una consecuencia extrema debida al alcance de los efectos traumáticos es la fragmentación de la identidad/personalidad.
Fragmentación de la identidad y síntomas disociativos
Tod@s tenemos una tendencia adaptativa a defender la coherencia de nuestra identidad. Esa coherencia se consigue a través de la integración de la identidad en una sola unidad comprensible. Ya que físicamente nuestra persona se circunscribe a nuestro cuerpo, logramos la coherencia objetiva a través de la posesión de una identidad clara e integrada en él. La vivencia del trauma y su procesamiento conlleva un reajuste muchas veces radical de cómo se conceptualiza a sí misma la persona. El problema ocurre cuando los efectos traumáticos “arrasan” y encarnan la identidad personal, transformándola en la “identidad traumática”. Esto sucede por el peso que tiene esta “parte”, la identidad de víctima, frente a las demás “partes” que conforman la identidad. Se podría decir que, la identidad traumática lleva consigo una mochila emocional tan pesada que de forma natural puede anular e invalidar el resto de aspectos que componen la identidad de la persona, dejando paso a una identidad basada en el trauma. Uno de los mecanismos para alejar y desconectar la identidad traumática que provoca tanto dolor, es el aprovechamiento inconsciente de la ruptura interna causada por el trauma para la segregación de la identidad en partes o múltiples yoes disociados entre sí. Es decir, el sistema de creencias y la propia identidad queda fracturada por el trauma, ligado esto a una serie de sesgos que actúan como mecanismo de defensa que protege y avisa de que algo malo puede ocurrir tal y como ocurrió en el pasado. A través de esta fragmentación de la identidad se protege al individuo del peso aplastante que puede tener la identidad de víctima y de la integración completa del recuerdo segregándolo en partes más pequeñas. A estas consecuencias de desconexión y/ruptura en las funciones que integran la consciencia, se les denomina síntomas disociativos. Aunque este apartado se centre especialmente en la identidad disociada, cabe aclarar que los síntomas disociativos pueden ocurrir simultáneamente afectando a varias funciones (memoria, percepción subjetiva y del entorno, las emociones, los estados somáticos, etc).
Algunas claves para el trabajo terapéutico del trauma:
-Aumentar y fortalecer la capacidad de autorregulación mediante el aprendizaje de recursos de afrontamiento funcionales y adaptativos.
–Dar seguridad a través de vínculos sociales sanos (incluso el vínculo terapéutico). La persona con herida traumática necesita recuperar la confianza y seguridad en sí misma y en los demás.
-Mantener a la persona en el momento presente. No dejar que se atasque en su pasado, y si ocurre, volver a traer la atención al aquí y ahora a través del uso de los cinco sentidos.
-Establecer la reconexión con el dolor que se pueda tolerar sin desestabilización para que la defensa disociativa vaya siendo cada vez menos necesaria.
–Reintegración y reprocesamiento de los recuerdos traumáticos.
Conclusión
Después de revisar el alcance de los efectos traumáticos, a modo de conclusión, dejo una pregunta abierta para reflexión del lector(a):
¿Puede ser el trastorno por estrés post traumático (en su amplia variabilidad) consecuencia del trauma(s), y al mismo tiempo la causa de múltiples trastornos psicológicos (aparentemente independientes), siendo estos ramificaciones de él (distintas versiones de expresión del sufrimiento psíquico)?
Bibliografía
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